El sistema nos robó el futuro a cambio de un presente inhumano, escupió sobre los huesos de nuestros antepasados y cubrió sus cenizas con el polvo de la industria, con la esperanza del renacimiento tecnológico. Nos convirtió en autómatas insensibles, acéfalos y acríticos, individuos egoístas y perversos. En el afán de civilidad y progreso escapamos de nuestros inicios ancestrales y nuestro pasado “primitivo” fue sepultado. Ahora enfrentamos la guerra darwiniana, la supervivencia del más apto, el principio más primitivo de nuestra animalidad es la norma por excelencia de la supervivencia. Las leyes del mercado, ironías del razonamiento posindustrial.
El mundo se quiebra a cada paso de la humanidad, el sistema destruye su principal fuente de vida, autodestruyéndose como norma necesaria para mantenerse. La lógica de la muerte, el argumento de la escasez. Los hombres ya no quieren ser libres, es el principio de la caída de nuestra “gloriosa” civilización. La máquina les robo la mente, les licuo el cerebro y los convirtió en engranes. La generación “X” esta cruzada de brazos mientras sus hijos heredan la muerte. Nuestra generación, la de los pre-apocalípticos es testigo del principio, el comienzo del fin.
En el atardecer del mundo, todo parece estar perdido.
J. G.